Se acaba el año: se cierra una puerta atrás nuestro para enseguida abrirse otra delante. Pero antes, aún queda tiempo para echar una mirada hacia esos 365 días vividos. Y es curioso como de entre todos los momentos que se agolpan en el recuerdo los que afloran con mayor nitidez sean los momentos más felices. Quizá para ocultar aquellos otros que los fueron menos.
Y recuerdo –me gusta recordar porque es una forma de volver a vivir- momentos de satisfacción al recibir y recoger aquellos reconocimientos que han tenido a bien concederme durante este año (gracias, ACCID; gracias, ICJCE; gracias, ADE; y gracias, gracias, gracias). Pero cuando esos recuerdos vuelven, lo hacen con mayor peso que cuando me los concedieron. Vuelven envueltos con retos y obligaciones.
Es el peso de los premios. De los reconocimientos. Aunque hubieras reunido un mayor o menor merecimiento a cualquier premio, lo que está claro es que a partir de recibirlo estás mucho más obligada que antes a merecerlo.
En la hora de asumir ese reto, que realmente nunca has pretendido, también descubres que nunca un premio, un éxito o un reconocimiento es un mérito personal y exclusivamente tuyo. Te das cuenta que los éxitos son siempre fruto de la colaboración, del trabajo en equipo, de la aportación de los compañeros de viaje y hasta de la comprensión y el cariño de la familia. Click & Tweet! Por eso quiero reconocerles a todos ellos, su trabajo, apoyo, soporte y paciencia; gracias familia, amigos y compañeros de Kreston Iberaudit!
Solo me queda desear que en el 2019 sigamos compartiendo experiéncias, vivencias y logros, y que sigamos juntos en este intenso y maravilloso viaje que es la vida.
Feliz Año Nuevo!