Hoy, en el Día del Auditor/a, miro hacia atrás en mi vida, y veo una historia llena de desafíos, momentos difíciles y decisiones que, aunque complicadas, me han llevado a ser quien soy. No siempre fue fácil. Hubo momentos en los que tuve que enfrentarme a la dura realidad de que las metas no se cumplen simplemente porque las deseamos, sino porque trabajamos incansablemente para alcanzarlas.

Como tantas otras personas, en los comienzos de mi carrera profesional tuve que posponer mis estudios en múltiples ocasiones para trabajar, para colaborar en casa, para cumplir con las responsabilidades que no podían esperar.

Pero en ese camino, también descubrí momentos de gratitud y aprendizaje, y supe aprovechar cada uno de ellos. Encontré personas clave—mentores, colegas y referentes—cuyo apoyo e inspiración me impulsaron a seguir adelante. Recuerdo una frase que alguien me dijo una vez, simple pero profundamente cierta: «En la vida pasan muchas cosas; no siempre son agradables, pero siempre dejan algo bueno«. Cada experiencia y cada obstáculo nos moldean y nos fortalecen. Depende de nosotros capitalizar esos momentos, aprender de lo que vivimos, y seguir adelante.

Cuando tengo la oportunidad de hablar con jóvenes que están comenzando o están a punto de terminar la carrera, siento una necesidad profunda de hablarles, de compartir con ellos mi historia. No para hablarles de éxito, sino para recordarles que, aunque el camino pueda parecer interminable, aunque a veces las dificultades parezcan insuperables, todo esfuerzo tiene su recompensa.

Y también para hablarles como madre, no como empresaria. Para los padres, ver a nuestros hijos llegar a la meta, recibir su título, es más que un orgullo. Es la tranquilidad de saber que, pase lo que pase, ellos podrán valerse por sí mismos, que podrán enfrentarse al mundo con las herramientas que les hemos ayudado a conseguir. La educación es, sin duda, una de las herencias más valiosas que podemos dejarles. No importa si vienes de una familia acomodada o si has tenido que luchar por cada oportunidad; estudiar requiere de tiempo, dedicación y motivación. Motivación que muchas veces se agota.

En mi caso, si bien ya no tenía a mi lado al motor que me impulsaba para alcanzar mi título, tenía una promesa que cumplir. Mirar al cielo y decirle a mi padre que lo había logrado.

Aprovecho este espacio hoy, en nuestro día, para saludar a todos los profesionales, y especialmente a aquellos que están estudiando y que están terminando su carrera y quieren dedicarse a la auditoría. Quiero recordarles que han elegido una profesión fascinante y llena de oportunidades. Es una profesión que combina el rigor técnico con la satisfacción de saber que nuestro trabajo genera un impacto real y positivo. Cada día, nos enfrentamos a nuevos desafíos que nos mantienen en constante aprendizaje, haciéndola una carrera tan apasionante como gratificante.

¡Habéis elegido bien! ¡Feliz Día a todos los Auditores y las Auditoras!