También l@s auditor@s tenemos nuestro día. Es el 26 de septiembre y amanece con la etiqueta de “Día del Auditor/a” o de “Día Mundial del Auditor/a”, aunque yo prefiera celebrarlo con un substantivo añadido: “Día del Orgullo Auditor”/ Auditor Proud.
Pero en esta ocasión me gustaría destacar que por encima de la celebración del “aniversario” está el orgullo de pertenecer a ella, a esta profesión tan intensa a la vez que exigente. El orgullo de ser auditora. Un orgullo que no es de un día, sino de todos los días del año y también los de toda una vida. Click & Tweet!
Ver la auditoría como una mera actividad contable es conocer muy poco de la profesión. Hay controversia entre si la palabra auditoría proviene etimológicamente del latín “audire” o del inglés “to audit”: oír o revisar/intervenir… A mí me gustan las dos acepciones, porque además las considero complementarias: hay que oír (y ver) primero, para poder revisar/intervenir después… Que de hecho es lo que hacemos: ver y oír, para luego poder otorgar la confianza a los procedimientos de la actividad económica de inversores, accionistas y todo tipo de agentes involucrados en el funcionamiento de los mercados a partir del dictamen que avala la realidad económica y financiera de una empresa o compañía.
Y aquí aflora nuestro orgullo, que viaja a lomos de la transparencia y la confianza para dar credibilidad y certidumbre no a una gestión individualizada del empresariado sino a todo el engranaje de la economía a todos los niveles, y también del conjunto de la sociedad.
No somos meros contables de manguito y gafas de astigmatismo precoz, aportamos mucho más valor a la empresa y a la sociedad. La Auditoría, con mayúscula, y l@s Auditor@s, también con mayúscula, somos piezas insustituibles en la maquinaria de la producción empresarial, Click & Tweet! opinando además no solo sobre la realidad pasada y presente, sino también con nuestras aportaciones en analítica predictiva que pretende favorecer el progreso de la gestión empresarial.
De ahí nuestro orgullo.